Vampírica
Víctor León Fernández
Me acostumbré a soñar con lugares remotos en horas interminables, perfumes mortuorios introduciéndose en lo más profundo de mis memorias, letargos tan reales, que a veces se mezclaban con la realidad provocándome una confusión sobre el estado de mi existencia. Los días se tornaban abulia, una pereza total se apoderaba de mis actos, no poseía motivación alguna para aferrarme a la existencia, el único lugar donde mi alma podía recobrar su disminuida energía se encontraba bajo las alas del sueño. En ese sitio donde las fantasías renacen dentro de lo más íntimo de nuestras perversiones, pude al fin recuperar mi motivación, y a su vez, un delicado estímulo; me llevó a los rincones ocultos de la historia del planeta, un tiempo que no puede ser ubicado bajo ninguna condición dentro de los límites de la línea cronológica, a este tiempo onírico y hermoso le he dado el nombre de los siglos oscuros. He aquí una de mis experiencias dentro de este pseudo paraíso. Caminaba por un oscuro callejón bajo la inquisidora mirada de la luna. La niebla era cada vez más densa y espesa, apenas se podían divisar algunas negras siluetas de transeúntes que daban un paseo por los rincones más desconocidos de la ciudad de Rancagua. Encendí un cigarrillo mientras disfrutaba de lo solitario del ambiente, reinaba el silencio con solemnidad, de pronto un grito agudo y penetrante, semejante al chillido agónico de un cerdo al ser sacrificado, quebró la quietud de las tinieblas.
Intenté seguir el origen del grito, parecía provenir de un callejón muy próximo a donde me encontraba, mi respiración comenzó a agitarse, poco a poco mis oídos percibían otro sonido, muy distinto al anterior, pero no menos inquietante. Parecía el llanto de una niña pequeña, demasiado aterrorizada... (...)
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