domingo

Relato # 12

Sueños e imaginación

Me desperté con sed y ansia de beber un poco de agua. Baje las escaleras del piso de arriba como el agua que corre en un grifo. Cogí un vaso me eche de lo que tanto ansiaba, y lo bebí con rapidez. Me calme y respiré con una respiración constante.
-Vaya sueño… Ojala fuera verdad. – dije mientras suspiraba. Tenía la sensación de que todo había sido un sueño, pero, es que ese sueño era tan real. Yo y Darío, en un jardín lleno de plantas, correteando, y sintiendo la brisa del viento acariciando suavemente nuestras almas. Pero eso nunca sería verdad, de repente escuche la canción de mi despertador. Subí las escaleras, cogí algo de ropa, y me dirigí hacía la ducha. Una vez lista, baje a por un cuenco de cereales, y tome dos cucharadas, y los deje a un lado. Los cereales estaban como de costumbre, pero la que no estaba como de costumbre era yo.
-¿Te pasa algo Isabel? – preguntó mi madre con cautela.
-No mamá estoy bien, simplemente he tenido un… - me quede en show, sin saber que decir, no sabía si responder un sueño bueno, o malo, en parte había sido bueno, porque era lo que yo deseaba y al menos lo podía tener en mis sueños. Que bien sonaba eso…
-Mamá es que me he despertado mal. – afirmé con una sonrisa.
-Vale hija – dijo ella con la cabeza. Yo estaba a punto de salir por la puerta de casa para dirigirme hacía al instituto que estaba a dos manzanas de allí, pensaba ir caminando, cuando mi madre interrumpió mis pensamientos…
-Isabel recuerda que mañana cenas sola, a menos que quieras invitar a alguien – me recordó ella severamente.
-¿Por qué? – pregunté extrañada
-Isabel, ¡QUE CABEZA TIENES HIJA! – gritó ella. Hace una semana te dije que en San Valentín tu padre y yo íbamos a cenar a un restaurante carísimo para celebrarlo.
-¡Ah si! – exclamé. Bueno mamá me tengo que ir, ¿vale?
Mi madre me dijo adiós con la mano y una sonrisa rebosante de felicidad.
Que bonito era tener a alguien especial por aquellas fechas, sin duda mi madre era una afortunada como muchas otras, como Carol, que sería la compañera de Darío… - me estremecí al pensar aquello, pero era la pura realidad, si solo por un día fuera mi compañero… - pensé. La soledad no era tan mala en realidad, yo me conformaba teniéndolo en mis sueños, pero, estaba segura que cuanto más tiempo estuviera enamorada de él, más querría estar a su lado. La soledad… un sentimiento inigualable, triste, que muchas veces te traiciona, y te hace ver cosas que realmente no son verdad, como mis sueños – reflexioné de nuevo. Llegue al instituto después de diez minutos, sonó la campana, entre a tiempo. En las clases estuve dándole vueltas al asunto, preguntándome cuantas cartas recibiría, pero ninguna sería la que realmente deseaba. Sonó la alarma del recreo. Todos salimos.
-Bueno, Bel, ¿me vas a regalar una piruleta mañana? – preguntó Alex con una sonrisa en la cara.
-Claro, Alex – sonreí, mientras intentaba mostrarme distante con el grupo, como de costumbre en aquellas fechas.
-Genial – se alegró él.
Contemplando a Darío y Carol, agarrados de la mano, no podía evitar que las lágrimas se me corrieran de los ojos. Así que me apresure hacía el baño.
Allí me mire al espejo y con franqueza me dije a mi misma:
-Vamos, Bel, tu puedes, no llores, no hagas el ridículo – me repetí una y otra vez frente al espejo. Para mi desgracia Alex me había seguido.
- ¿Bel? ¿Pero que te ocurre? – preguntó él preocupado.
- Nada – rompí a llorar, mientras agachaba la cabeza, y me la intentaba tapar con mi pelo moreno.
- Nada no, me aparto un mechón dulcemente, mirándome a los ojos, me lo volvió a preguntar.
- Ya sabes Alex, tu lo sabes todo sobre mí, eres ese amigo que siempre me ha escuchado, sabes que por estas fechas no estoy del todo bien, todo se me vuelve oscuro, todo lo que llega a mi vida son numerosos ríos cargados de mis lágrimas, dulces o saladas – dije con la cabeza aún agachada. Pero la verdad, es que simplemente no sé porque todo esto me pasa a mí, la felicidad no existe, si, hay cosas que tal vez creamos que es felicidad, pero simplemente es una pura casualidad.
-¡NO! – exclamó él. La felicidad si existe, en cada estrella fugaz que veas, en cada sonrisa que deslumbres, en cada suspiro que respires, en todo lo que realmente te reconforta, esta la felicidad, recuérdalo.
-Alex… - me apresuré a decir de momento. Por favor dejadme sola.
Todas las clases restantes, estuve sola, ese fue mi deseo, ninguno de mis amigos se acerco a mí, y en parte lo agradecí. Cuando el timbre de la salida dejo escuchar su agradable música, salí disparada hacía la puerta y regresé a casa. Cuando llegue me fui a mi cuarto cautelosamente, me eche en la cama y poco a poco tiernamente me fui quedando dormida.
A la mañana siguiente, era el gran día, para muchos, aunque para mí no. Me levanté de la cama sin ganas de levantarme, busque algo rojo que ponerme, y eche todas las cartas rojas con sus piruletas correspondientes en la mochila. Me apresuré a entrar en la ducha, y cuando salí, salí más radiante de lo que nunca había ido al instituto, sino iba destacar con Darío, por lo menos quería hacerlos con otros. En el pelo llevaba una diadema roja, con la función de echarme para atrás mi cabello moreno y liso. También llevaba unas bolas rojas en las orejas. De ropa iba sencilla, pero yo me sentía radiante. Llevaba una sudadera blanca acompañada con una camiseta roja, y unos vaqueros que estaban acompañados también por unas covers sin atar. Cogí mi mochila y me despedí de mi madre con una sonrisa placentera, atravesé la puerta, y me dirigí hacía la escuela increíblemente perfecta ante mis ojos. Las primeras clases se me pasaron voladas, a 1º hora coloque mi buzón de cartas en mi mesa y esperé a que los chicos me las echaran. Mientras contemplaba a Darío, mi sorpresa fue que el también me miró, y mientras me miraba, yo miré hacía otro lugar con timidez, queriéndole contar todo lo que siento, sin saber como empezar. Cuando se acerco a mí buzón y me echo una carta, yo me quede estupefacta mirando el buzón, queriendo no parecer sorprendida, pero mi intento fui ridículo, y con ansiedad me apresuré a coger la carta que decía:
Ayer soñé contigo, soñé que estábamos juntos en San Valentín… Juntos me refiero, corriendo por un jardín, lleno de flores, mientras la brisa del viento nos acariciaba y los dos sonreíamos rebosantes de felicidad. No sé el motivo por el cual soñé eso, pero algo me dice que este San Valentín 2011 lo quiero pasar contigo, ¿y tú? ¿Lo quieres pasar conmigo? Te espero a la salida, te quiero.
Impactada por la carta, acababa de ver como mi sueño se había cumplido ante mis ojos, y encima como él había tenido esa conexión conmigo la noche anterior. Todo fue muy raro, pero fue bonito. Las horas restantes pasaron muy lentamente. Y cuando por fin toco el ansiado timbre, yo salí disparada al encuentro. Me paré un par de veces concienciándome de que era verdad y una vez estuve lista me dirigí hacía el encuentro.
Y allí a lo lejos lo vi a él, con su pelo rebelde, golpeado por el viento.
-Hola – me saludó con una sonrisa eufórica
-Hola Darío – le saludé yo con una de mis sonrisas seductoras.
-¿Vamos? – preguntó él.
Yo afirme con la cabeza, y nos apresuramos a cualquier parte.
Primero fuimos a tomar un helado y nos sentamos en un parque lleno de árboles. Allí conversamos suavemente sobre lo que nos había pasado, y llegamos a la conclusión de que lo que nos había llevado a esto era simplemente un deseo mutuo. Estuvimos un período tiempo callados cuando él se apresuro a decir:
¿Qué tal si vamos al cine? Yo invito. – dijo el con una sonrisa burlona.
Vale – afirme a regañadientes.
No quería cagarla, pero el cine era el lugar perfecto. Vimos Romeo y Julieta, una gran película de amor que se solía ver en estas fechas, es decir, en San Valentín. Hubo un momento que sentí la calidez de sus manos, en las mías, y cuando las sentí, me sonrojé ante la idea.
-Te quiero, nunca lo olvides, sea donde sea, cuando sea, aunque solo en sueños, siempre te querré – me susurró al oído. Pronto su cara fue acercándose a la mía, cuando de repente sentí la calidez de sus labios en los míos, una luz tenue me despertó y me di cuenta de que todo había sido un sueño, un apacible sueño, del que jamás me hubiera gustado despertar. Esto no era real, no era cierto, solo era un sueño, ¿un sueño mutuo? Pronto me dí cuenta que mi realidad se convirtió en un sueño, en mi simple imaginación, me di cuenta de que todo fue una ilusión, pero también entendí que puedo ser la princesa de mi un cuento, solo de mi imaginación.

(...)

Por InmaSonrisadeCaramelo

6 comentarios:

  1. Anónimo5:06 a.m.

    Hola! jiji Que guay habéis colgado mi relato, para los que lo lean, al final se me coló, no sé como un pequeño error, ese mi, no va ahí, en verdad la frase quedaría así.

    LA PRINCESA DE UN CUENTO, SOLO DE MI IMAGINACIÓN.

    Un besito:)

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  2. Muy bonito! Lástima que cosas así no ocurran de verdad ^^

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  3. Muy tierno, aunque es una pena que no resultara real :-S

    Besos y mucha suerte, Inma!

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  4. Waaa.. espectacular.. ME ENCANTA CARIÑO!
    Esqqee... LO PETAAS! ^^ tequieroo mushooo! L!

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  5. Me ha gustado mucho
    Un besito.

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  6. Para mí es... demasiado típico xD. Prefería a Alex xD

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